El fin de semana pasado me dejé caer por Madrid. Me gusta hacerlo de vez en cuando, no solo para ver a viejos y buenos amigos sino también, para empaparme de las últimas novedades que se cuecen en ese hervidero de tendencias que es la capital. Descubrí, por recomendación, un local que lleva abierto hace apenas un año, Duke y en el que me dio la impresión que se reúne la gente más guapa de la ciudad.
Está en la calle Maldonado número 4, en pleno barrio Salamanca, y es una suerte de brasserie parisina, que están ahora tan de moda por estos lares, con una decoración muy cuidada, que mantiene el aura de estos locales tradicionales de Francia, pero tocado por la varita chic de Ignacio García Vinuesa, paradigma de la decoración de los locales de moda en el país.
Su cocina me llamó la atención por su internacionalidad. En su carta figuraban desde platos tan de nuestra tierra como las anchoas del Cantábrico hasta propuestas muy típicas de la cocina neoyorquina como los perritos calientes, sin olvidarse de las ostras, un imprescindible en la cocina francesa. Aunque la decisión no fue fácil, nos decantamos por unas ostras con champagne para empezar, continuando con unas alcachofas con foie y una copa de vino. Todo estaba estupendo e incitaba a seguir pidiendo más, pero me aconsejaron que me reservara para uno de sus postres caseros. Buen consejo porque su tocino de cielo era excepcional, quizás el mejor que he probado en mi vida. Ante el ambiente que estaba de lo más animado, terminamos tomándonos un gintonic. Por cierto, muy bien elaborados. En total, gintonic incluido, salimos a unos 30 € por barba.
Sin duda lo recomiendo para ir a cenar una noche este fin de semana.