Cuando invitamos a nuestros amigos o a la familia a cenar a casa, siempre nos esmeramos para que todo esté perfecto. Cocinamos nuestros platos ‘estrella’, adornamos bien la mesa y servimos un buen vino. En este último punto, no basta con elegir la etiqueta, sino que además es importantísimo que se sirva a la temperatura idónea, de lo contrario, podría arruinar la impresión final incluso del mejor vino. Ahora bien, me preguntaréis cuál es la temperatura más adecuada.
Tintos
Como norma general, el vino tinto no debe ser calentado o enfriado, sino que se debe servir a temperatura ambiental. Para conseguir esa temperatura bastará con sacar la botella de la bodega o nevera unas horas antes de servirla ya descorchada y alejada de la calefacción.
La temperatura ideal para servir un vino tinto es de 14 a 16 grados, pero deberemos atender a la edad del vino para tener en cuenta algunos detalles. Los vinos tintos y jóvenes deben descorcharse algunas horas antes de ser bebidos, pues, al contacto con el aire, adquieren madurez y suavidad. Para los vinos entre 5 y 15 años, se destapará la botella solo un par de horas antes de servirse. Si el vino es añejo, no necesita airearse tanto tiempo. Y si es un reserva excepcional de más de 30 años, debe ser decantado momentos antes de servirlo.
El vino blanco, generalmente, se sirve frío, manteniendo la botella en el frigorífico durante media hora o en un cubo de hielo y agua, en posición vertical.
La temperatura para servir será entre 6 y 12 grados y nunca por debajo de los 5 grados.
Dependiendo del tipo de vino blanco, también variará la temperatura recomendada de servicio. Los blancos secos, entre 7 y 9 grados, y los blancos con cuerpo, entre 9 y 11 grados.
Vinos rosados
El vino rosado se sirve bien frío, entre 8 y 10 grados.
Vinos generosos o dulces
Fresquitos están más ricos, como entre los 7 y 8 grados.